MENSAJE DEL SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPUBLICA, DOCTOR ERNESTO SAMPER PIZANO, EN LA INSTALACION DE LA SEGUNDA RE-UNION DE ANCIANOS Y SACERDOTES DE AMERIKA, EN SANTA FE DE BOGOTA
Santafé de Bogotá, D.C., 20 de Junio de 1.997
Don Francisco Quiroga, Presidente de SENDAMA y Ministro Sacerdote del Culto Solar Maya K’iichee’; don Cirilo Pérez Oxlaj, Lobo Errante, Enviado del Consejo de Ancianos Maya K’iichee’ y Presidente del Consejo de Ancianos de Amérika; invitados especiales, señoras y señores:
Auspiciado por la Fundación SENDAMA, y con la asistencia de más de cuatrocientos invitados de los pueblos autóctonos de América, se instala hoy en Santafé de Bogotá la Segunda Re-Unión de Ancianos y Sacerdotes Indígenas de Amérika.
Embajadores de las culturas de tradición y de la sabiduría ancestral del continente, las mismas que nuestras ciencias positivas con gran frecuencia se empeñan en desconocer cuando no en menospreciar, los ancianos y sacerdotes indígenas, bien que vengan en nombre de los esquimales, los apaches y los dakotas del Norte, los mayas y los cunas del Centro, los kogi, huitotos, quechuas, pallares y guaraníes del Sur, quieren hablarnos de sus tradiciones sagradas y hacernos un llamado vehemente a al reconciliación del hombre con el hombre, y de éste con la naturaleza.
Unidos como los dedos de la mano, como dicen sus textos sagrados, los ancianos y sacerdotes indígenas de América coinciden, como también coinciden sus calendarios, en que estamos ad portas de una segunda oportunidad, una nueva Era de re-unión, com-unión, quiere decir, de reencuentro y común unión del hombre con el mundo, y que hay que realizar acciones concretas para salvar el medio natural en que vivimos, no sea que mañana nos quedemos con la humanidad enferma y sin la tierra, no sea que mañana, como ellos dicen, “el rompimiento del manto de cristal”, es decir de la capa de ozono, daño del que han hablado sabiamente desde hace más de veinte años, traiga como consecuencia enfermedades físicas y mentales “que no tienen ni nombre”, y que ya empiezan a aparecer y hacerse evidentes en los organismos vivos y en el desequilibrio climático del planeta.
No deja de maravillarme la circunstancia feliz de que Colombia haya sido elegida como sede de esta Segunda Re-Unión de Ancianos y Sacerdotes Indígenas de Amérika, por ser el nuestro un país puente entre el Norte y el Sur, por estar situado en la región del Amazonas, el pulmón del mundo, y porque, según dijeron los ancianos hace dos años en la Primera Re-Unión, tarde o temprano debíamos ingresar en un proceso de paz semejante al de Guatemala; ni deja de maravillarme que este encuentro haya casi coincidido con la entrega, sanos y salvos en el Caquetá de los 60 soldados y los 10 infantes de marina que desde hacía nueve meses tenía en su poder la guerrilla. No deja de maravillarme, pues la sensación que tuve el domingo pasado es la misma que tuvieron todos los colombianos, los países amigos de América y del mundo: que estabamos celebrando la fiesta de la paz, la antesala de nuestra convivencia pacífica, el comienzo de la reconciliación.
No creo que nadie, excepto algunos profetas de desastres de corazón siniestro, haya tenido la sensación de haber sido derrotado. Por el contrario, como lo he dicho ya en varias oportunidades, creo que el país ganó, creo que nadie salió derrotado ni humillado. Creo también que la paz entre los colombianos se ha de lograr, como en cualquier parte del mundo, mediante el diálogo y la concertación, mediante el ejercicio democrático y civilizado de escuchar y reconocer al otro como interlocutor, como hablante, como oyente, como persona. Tenemos ya demasiadas pruebas, casi todas desafortunadas, de que no puede esperarse mucho del que monologa y menos aún del que pontifica y trata de imponer sus opiniones como verdad revelada, pues lo que de ello resulta es que se radicalicen más las posiciones y se aumenten más las diferencias.
Es una verdadera lástima que no pueda asistir a la Segunda re-Unión de Ancianos y Sacerdotes Indígenas Amérika, pues como gobernante de esta querida Nación, como colombiano y como persona, sé que todos, absolutamente todos, tenemos mucho que aprender de los representantes de esas culturas de tradición que hoy nos visitan, y que en sus palabras, en sus augurios, en sus sabios consejos, así como en la forma admirable como reciben el mundo, puede estar la clave de la felicidad humana en el planeta que, aunque paradójicamente vulnerado por la “civilización”, espera que ella misma devuelva la salud y el equilibrio.
Muchas gracias.
ERNESTO SAMPER PIZANO